lunes, 16 de abril de 2012

Bartolomé Esteban Murillo

Bartolomé Esteban Murillo, pintor barroco español nacido en Sevilla en el año 1617 y fallecido en la misma ciudad en 1682. Fue un pintor que supo como nadie dulcificar las penurias que en esa época se vivían en la ciudad de Sevilla, ya que a pesar de ser el puerto más importante de España por ser el lugar dónde arribaban los barcos que venían del Nuevo Mundo con mercancías, ese mismo escenario de comerciantes es el que atraía a los niños de las clases "bajas" a intentar buscarse la vida, y de todos esos comportamientos que se daban en las ciudades, nació en España una nueva forma de vida que posteriormente tuvo mucho éxito en las artes, tanto en las letras como en la pintura española del XVII que no es otra cosa que los Pícaros, jovenzuelos que se ganaban la vida con artimañas poco ortodoxas, y que Murillo supo plasmar también en sus obras.
Autorretrato de Murillo pintado por
 petición de sus hijos.
Como en todas la grandes urbes, los contrastes son tremendos entre las clases más pudientes y las menos. Murillo supo como enfocar en sus pinturas las dos caras de la ciudad, la cara más, por decirlo de alguna manera, amable, sería la burguesía, con sus suntuosas vestimentas, joyas, carruajes, etc. Mientras, las clases contrapuestas; mendigos, niños huérfanos por las calles, pillos, trileros, son en los que nuestro pintor pone sus ojos y lo que observa lo plasma con su pincel sobre la tela.
Murillo crea una escuela pictórica en su ciudad de gran calidad, y sus obras se venden muy bien a los viajeros tanto españoles como extrajeros que vienen y van al "joven" continente. Su pintura costumbrista se caracteriza por representar en buen número las miserias que se vivían en esa época en la ciudad, pero al contrario que haría Goya en el siglo XVIII con sus aguafuertes y pinturas negras, Murillo plasma con gran dulzura las gentes que peor condición social tienen, reflejando el modo de vida de esas personas con una pincelada suelta pero a su vez apretada, de colores vivos y un perfecto dibujo.

Los cuadros, especialmente de niños, son tocados con gran delicadeza plasmando las imágenes de quien peor lo pasa, pero sin regodearse en su penuria como podemos ver en sus cuadros de temática infantil como, Niños comiendo uvas y Melón, Niños jugando a los dados o el Niño espulgándose. Éste último, en un entorno sobrio y oscuro que ilumina la pequeña estancia la fuerte luz que entra por el hueco de la ventana situada a la izquierda del cuadro, diferenciándose éste de las obras de Caravaggio o Ribera por la suave transición de la luz con la sombra, haciendo emerger la figura sutilmente sin contrastes estridentes. Del mismo tema infantil son los cuadros de San Juan, El buen pastor o Los niños de la concha, en los que sabemos de su temática religiosa por los atributos como el bastón de pastor (de Almas), o la alusión al bautizo de Jesús en el cuadro de Los niños de la concha, bebiendo agua en la balba de una de estas. Lo mismo pasa con los cuadros de Vírgenes que el maestro sevillano realiza con una mestría singular y un patriotismo reflejado en su manera de pintar tan típica española totalmente diferente a los demás países, sin el boato recargado del barroco, con escenas saturadas de Ángeles en estáncias y paisajes recargados. Murillo se limita a plasmar a la Virgen sobre un fondo neutro cargado de nubes celestiales rodeadas de simpáticos querubines que revolotean en rededor de ella.

Los Niños de la Concha, maravillosa obra de Murillo.
Composición triangular con una iluminación clara, suave que
inunda toda la escena principal.
Con estas imágenes de Vígenes jóvenes ataviadas con ropajes muy austeros, pero de un colorido espectacular, Murillo crea una nueva forma de interpretar y plasmar las imágenes de la madre de Dios, sin que la iglesia de la época objete al respecto por la falta de riqueza y suntuosidad en los ropajes, ya que dicha auséncia de riqueza es sustituida genialmente por el colorido y un entorno que casi acompañará en todos los cuadros de Vígenes que realizará Murillo, como denunciando en sus cuadros carentes de ostentación en los mantos de las Vírgenes la miseria de los niños por él pintados, sin tener todo lo que un niño ha de tener para disfrutar de la vida.
Un manto azul sobre las telas blancas que se unen con el fondo sin la menor estridencia, complementandose un color con el otro cromáticamente perfectamente. Eso es lo que hace de Murillo que su genialidad cree, de algo totalmente sencillo, algo espectacular.

jueves, 5 de abril de 2012

El Cristo de San Plácido

Cristo de San Plácido,
por Velázquez
Posiblemente este sea el cuadro con la imagen de Cristo crucificado más bella que existe en toda la historia de la pintura. Tiene una calidad impresionante, calidad velazqueña. La composición es extremadamente sencilla, sobre fondo oscuro emerge la imagen de Cristo en la cruz. La iluminación desde la izquierda está dirigida como si de un foco se tratara hacia el cuerpo de Cristo haciendo destacar las formas anatómicas creando una maravillosa creación de luces y sombras de infinitos matices. Como en toda la obra de Velázquez, la pincelada es suelta y ligera, pinceladas rápidas y situadas dónde han de ir, haciendo de ellas que un simple trazo visto a la distancia oportuna, cree un efecto de inimaginable realismo. El fondo carece de toda profundidad siendo éste totalmente plano, delatado por la sombra que arroja el cuerpo y la cruz sobre lo que podríamos imaginar como una pared. Un fondo oscuro con matices verdosos, azules, negros, que se complementan perfectamente con la carnación del cuerpo haciendo que éste emerja de la oscuridad con fuerza, pero sin estridencias.
Hace unos años en una de las más de 120 veces que he visitado el Museo del Prado, oí explicar a un guía que este cuadro estaba lleno de dramatismo, acentuado por el cabello que cae sobre el rostro de Jesús. Pues bien, yo digo que este crucificado es el cuadro que más sensación de paz transmite sin el dramatismo que una pintura de éste tipo genera en el espectador. 
En el lienzo aparece una figura de cuerpo entero que representa a Jesús crucificado, y desde mi punto de vista Velázquez plasma dos cuadros en uno, el humano y el espiritual.
En la primera pinta el cuerpo de Cristo hombre, y mirándole de otra manera observamos a Jesús, el hijo de Dios.
Si miramos detenidamente, observaremos el cuerpo de una persona muerta, clavada en una cruz. Esto es así por la lógica y las pistas que el maestro nos deja en el cuadro como son, la cabeza inclinada hacia delante, los ojos cerrados y la herida del costado, que los textos bíblicos nos enseñan que el costado de Jesús fué atravesado una vez muerto éste por la lanza de Longinos. En este sentido vemos como Velázquez pinta el cuerpo de un hombre muerto, pero si nos fijamos en los detalles que nos ofrece claramente, podemos observar el otro cuadro, Jesús hijo de Dios, vivo. Esta segunda visión la vemos de la siguiente manera: Vemos a un hombre crucificado, como en el caso anterior, pero a diferencia de éste, observamos como los brazos y piernas del protagonista de la pintura están relajados, mantiene el cuerpo erguido por sí mismo. Si hablásemos de un cuerpo realmente sin vida, los brazos se extenderían por la tensión del peso del cuerpo atraído por la fuerza de la gravedad hacia el suelo, mientras que las piernas se flexionarían hacia delante por la imposibilidad del movimiento debido a estar clavadas a la ménsula, pero por las claves anteriormente dichas, es irrefutable que es un cuerpo sin vida. Ahora bien, el segundo caso (cuadro), observamos con los datos anteriores que el cuerpo está carente de vida, si embargo tanto brazos como piernas se nos muestran relajados, exceptuando la pierna izquierda vista de frente, que es como si soportara el peso del cuerpo, y esta relajación en las extremidades nos revela que Velázquez con su maestría en este segundo caso, pintó a Jesús vivo, el hijo de Dios.
El talento desbordador de Velázquez nos hace ver que en un cuadro religioso nos presenta dos, uno es el hombre y el otro es el hijo de Dios, transmitiendo toda la serenidad y tranquilidad que puede hacerlo la persona que dio su vida por salvar a la humanidad. Cuadro carente de sangre viendo las heridas infligidas en lugares cuyo riego sanguíneo dirían lo contrario. Esa es la grandeza de Velázquez, que de un tema tan delicado, hace una obra maestra llena de dulzura y compasión que anima a ser mejor persona, a parte de haber creado una obra inimitable de grandeza superlativa.

miércoles, 4 de abril de 2012

Las Meninas

Las Meninas es la obra cumbre del mejor pintor que ha dado España y el mundo. Su obra cumbre así como la del resto de la historia de la pintura no es otra que Las Meninas, cuyo original nombre es, (La Familia o La familia de Felipe IV). Sobre este maravilloso cuadro se especula de todas las formas posibles habidas y por haber. Unos dicen que si Velázquez está pintando a los reyes reflejados en el espejo y que el resto de la comitiva se dedica a bajar al estudio del maestro para ver cómo trabaja, otros que si es un compendio de retratos y los más avezados han querido ver figuras geométricas concienzudamente distribuidas para crear el ambiente propicio en dicha obra.
Las Meninas, Velázquez
Como el gran maestro que era Velázquez, su grandeza nos permite a todos aquellos que nos gusta el arte de la pintura, dar nuestro punto de vista, no sólo a los señores que venden biografías y resto de literatura especializada.
Mi punto de vista, humilde dónde los haya, no es otro que el "simple" retrato de la infanta Margarita de Austria con toda su comitiva de sirvientes a la edad de 4 o 5 años, ya que la infanta nació en 1651 y la obra es de 1656.
Posiblemente estaré diciendo para algunos, alguna barbaridad, pero no todo en pintura tiene que ser algo secreto u oscuro que haya que descifrar, más que la maestría con la que está pintada la obra. Mi teoría es la siguiente: ¿Por qué no puede ser que Velázquez está solamente retratando a la infanta tal y como aparece en el lienzo del Prado? Cuando hice la copia me vino esa idea a la cabeza, es decir, Velázquez estaría pintando a Margarita junto con las personas que aparecen en una pose, por decirlo de alguna manera, oficial, ya que la infanta está posando y sus más cercanas sirvientas, las Meninas, atienden todo lo que pudiera necesitar, como la acción de la Menina o Dama de compañía Isabel de Velasco sirviéndole un búcaro de agua.
Tampoco se tiene noticia de que Velázquez fuese zocato, ya que en ese caso ya estaría plasmado el detalle del reflejo en el enorme espejo que debería haber utilizado Velázquez sujetando el pincel con la mano derecha al ponernos en su lugar. Don José Nieto, como aposentador de la reina habría bajado para avisarles a los reyes de algo y se queda un instante mirando cómo trabaja el maestro.
Una vez en la cabeza del maestro la idea general del cuadro comienza a pintar y decide incluirse así mismo como parte de la nobleza que tanto anheló. Tenemos que tener en cuenta que Velázquez como hiciera Rubens, Ticiano, etc. lucharía por enaltecer el oficio de pintor al grado de arte, pues en la época del maestro, ser pintor era ser un "mero" artesano, y ya en 1659 el rey Felipe IV le otorgaría a su pintor y "amigo" el hábito de la orden de Santiago elevando a Velázquez al nivel de noble consiguiendo el título por el que tanto luchó el pintor.
Velázquez pintaría la escena igual que en cualquier otro retrato, pero a diferencia de los otros, en este se incluiría no sólo como pintor, sino como, en primer lugar artista y en segundo como noble reconocido formando parte ya de la nobleza al servicio directo del rey, de ahí que se incluyera en el cuadro como incluyó al resto de personas que trabajaban para el rey.
Por consiguiente, veo en Las Meninas algo como en el Cristo de San Plácido, un desdoblamiento, o lo que es lo mismo un doble sentido, que en el primer cuadro el pintor plasma a la familia real y al pintor, pero también al noble que lo demuestra con el hábito otorgado dejando patente su cargo dentro de la corte.
Tengo el convencimiento como he dicho más arriba, que un cuadro no tiene porqué tener cosas ocultas para que haya que descubrirlas, sino que dentro de la manera de pintar y de ver dicho arte, el artista investiga y crea las obras con la complejidad que él cree más acertado para su composición. Al igual que en los temas religiosos o moralizantes (mitológicos), sí se busque al pintar algo más de lo que simplemente se representa. El arte está para disfrutarle y entenderle, pero entenderle como pintura, él como a utilizado un color o como le ha aplicado, no si estaba bajo de moral o pletórico, haciendo una pequeña reserva que cuando se está de una determinada manera es cierto que influye en la forma de pintar, como en el caso de quedar reflejado el hábito por el que luchó, pero no si pintó la cruz  en el pecho menos vibrante por haber tardado más o menos en su consecución.

URL del video corto del cuadro pintado por mí de Las Meninas del grandísimo Velázquez.

http://youtu.be/O0HHl1aLHM0