jueves, 5 de abril de 2012

El Cristo de San Plácido

Cristo de San Plácido,
por Velázquez
Posiblemente este sea el cuadro con la imagen de Cristo crucificado más bella que existe en toda la historia de la pintura. Tiene una calidad impresionante, calidad velazqueña. La composición es extremadamente sencilla, sobre fondo oscuro emerge la imagen de Cristo en la cruz. La iluminación desde la izquierda está dirigida como si de un foco se tratara hacia el cuerpo de Cristo haciendo destacar las formas anatómicas creando una maravillosa creación de luces y sombras de infinitos matices. Como en toda la obra de Velázquez, la pincelada es suelta y ligera, pinceladas rápidas y situadas dónde han de ir, haciendo de ellas que un simple trazo visto a la distancia oportuna, cree un efecto de inimaginable realismo. El fondo carece de toda profundidad siendo éste totalmente plano, delatado por la sombra que arroja el cuerpo y la cruz sobre lo que podríamos imaginar como una pared. Un fondo oscuro con matices verdosos, azules, negros, que se complementan perfectamente con la carnación del cuerpo haciendo que éste emerja de la oscuridad con fuerza, pero sin estridencias.
Hace unos años en una de las más de 120 veces que he visitado el Museo del Prado, oí explicar a un guía que este cuadro estaba lleno de dramatismo, acentuado por el cabello que cae sobre el rostro de Jesús. Pues bien, yo digo que este crucificado es el cuadro que más sensación de paz transmite sin el dramatismo que una pintura de éste tipo genera en el espectador. 
En el lienzo aparece una figura de cuerpo entero que representa a Jesús crucificado, y desde mi punto de vista Velázquez plasma dos cuadros en uno, el humano y el espiritual.
En la primera pinta el cuerpo de Cristo hombre, y mirándole de otra manera observamos a Jesús, el hijo de Dios.
Si miramos detenidamente, observaremos el cuerpo de una persona muerta, clavada en una cruz. Esto es así por la lógica y las pistas que el maestro nos deja en el cuadro como son, la cabeza inclinada hacia delante, los ojos cerrados y la herida del costado, que los textos bíblicos nos enseñan que el costado de Jesús fué atravesado una vez muerto éste por la lanza de Longinos. En este sentido vemos como Velázquez pinta el cuerpo de un hombre muerto, pero si nos fijamos en los detalles que nos ofrece claramente, podemos observar el otro cuadro, Jesús hijo de Dios, vivo. Esta segunda visión la vemos de la siguiente manera: Vemos a un hombre crucificado, como en el caso anterior, pero a diferencia de éste, observamos como los brazos y piernas del protagonista de la pintura están relajados, mantiene el cuerpo erguido por sí mismo. Si hablásemos de un cuerpo realmente sin vida, los brazos se extenderían por la tensión del peso del cuerpo atraído por la fuerza de la gravedad hacia el suelo, mientras que las piernas se flexionarían hacia delante por la imposibilidad del movimiento debido a estar clavadas a la ménsula, pero por las claves anteriormente dichas, es irrefutable que es un cuerpo sin vida. Ahora bien, el segundo caso (cuadro), observamos con los datos anteriores que el cuerpo está carente de vida, si embargo tanto brazos como piernas se nos muestran relajados, exceptuando la pierna izquierda vista de frente, que es como si soportara el peso del cuerpo, y esta relajación en las extremidades nos revela que Velázquez con su maestría en este segundo caso, pintó a Jesús vivo, el hijo de Dios.
El talento desbordador de Velázquez nos hace ver que en un cuadro religioso nos presenta dos, uno es el hombre y el otro es el hijo de Dios, transmitiendo toda la serenidad y tranquilidad que puede hacerlo la persona que dio su vida por salvar a la humanidad. Cuadro carente de sangre viendo las heridas infligidas en lugares cuyo riego sanguíneo dirían lo contrario. Esa es la grandeza de Velázquez, que de un tema tan delicado, hace una obra maestra llena de dulzura y compasión que anima a ser mejor persona, a parte de haber creado una obra inimitable de grandeza superlativa.

2 comentarios:

  1. El Cristo más hermoso que fisicamente que se ha pintado y a mi parecer sin necesidad de poner una sangrienta morbosidad, por lo tanto se cuidó la dignidad, gracias por compartirlo y por tu interesante articulo.
    Abrazos!
    Alex

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  2. Como siempre es un placer contar con tus comentarios no solo hacia mis entradas, sino indicando datos pictóricos que revelan el conocimiento del medio en el que te mueves. Efectivamente, para mí también lo es, es la mayor expresión sobre una humilde tela de la efigie de Jesucristo crucificado. Como muy bien apuntabas, el cuadro está carente de una sangría morbosa que atemoriza más que atrae. Velázquez supo ver con inigualable visión, la diferencia entre fe y "carnicería". Como bien dices Álex, las heridas creadas por los instrumentos con los que torturaron a Jesús tales como el Flagrum Taxilatum, eran instrumentos demoledores, de ahí la espiritualidad del cuadro, y como bien dices amigo Álex,cuidó la dignidad de la persona.
    Todo esto nos hace recapacitar de hasta dónde es capaz de llegar el ser humano en su barbarie.
    Dejo tres enlaces para la comparativa de lo que tendría que haber pintado Velázquez si hubiese querido plasmar la auténtica pasión, pero optó por lo cristiano y piadoso, a la vez que por lo plástico de la obra a diferencia de como lo hubieran pintado los maestros flamencos o el pintor alemán Matthias Grünewald.

    http://www.jesusamarrado.com/flagelacion.htm

    http://www.arqueologos.org/arque-bibli/91-anatomia-de-una-crucfixion.html

    http://www.redentoristas.org/sabanasanta/flagelacion.htm

    http://es.wikipedia.org/wiki/Crucifixi%C3%B3n_(Gr%C3%BCnewald)

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